domingo, 26 de septiembre de 2010

El gran papel de la religión...

El gran papel de la religión

Austera la población permanece, ávida de una moral incorruptible, de un convencimiento innato sobre valores universales preponderantes que conlleven sentido, responsabilidad y acuerdos entre los seres humanos.

Los términos “moral”, y “ética” han sido desplazados de su motivo sustancial a convertirse en un artilugio barato de educación o religiosidad cuando en realidad su esencia es preservar las relaciones humanas de manera cabal.

Cierto es que más allá de cualquier intención religiosa o no, el humano ha demostrado época tras época, generación tras generación que tiene por esencia principal ser un ente egoísta que irónicamente se encuentra enclavado en un mundo social, de relaciones y nexos interpersonales.

Arribando a esta conclusión, es lógico que Sartre haya concluído la célebre frase “El infierno son los otros”; cuando siempre y por siempre el humano comienza a generar conflicto justo al momento de la interacción con el otro y siendo esto innegable es oportuno puntualizar la necesidad de asimilar este hecho como una verdad y de ahí canalizar los remedios de una mejor interacción que permita hasta cierto punto y bajo limitaciones, la mayor parte de las libertades de todos los humanos, siendo utópico y dañino esperar la existencia de una libertad absoluta del ser humano en sociedad.

Teniendo en consideración dicha premisa, es entonces preponderante, lógico y sensato asimilar el papel inicialmente tomado por la religión para dictar normas, valores y en sí, una moral para edificar un patrón de pensamiento entre los seres humanos que afortunadamente aún prevalece en muchos casos pero que irremediablemente está condenado a regenerarse o morir, siendo en la actualidad una época de notable decadencia.

“Sodoma y gomorra”,una vez más, vientos de cambios sociales repercuten en un ataque pertinaz hacia instancias otrora generadoras de la moral mundial, cierto es que la evolución conllevará al cuestionamiento de éstos no por ser generadores de moral, sino por ser a la par, poderes fácticos que han sometido bajo yugo, mentiras e imprudencias al pueblo y sus gobernantes.

Y es que, la religión, o sus pertinentes instituciones materiales, dígase iglesias, han ostentado el poder tanto moral como el de su intención inicial, derivando que sus audiencias, incapaces de discernir entre su importancia moral y sus conceptos, preceptos o errores, la desliguen totalmente de sus vidas, olvidándose de rescatar valores fundamentales para regir sus vidas de manera coherente para el diálogo y entendimiento entre sus congéneres.

Discrepando a título personal de cualquier ferviente intento por convencerme de la existencia de un Dios y/o de venderme una idea supuestamente consagrada de verdad universal cuando detesto la doble moral de la mayoría de los agremiados a una religión; he de admitir que los valores (a partir de su extracción y enfoque más funcionalista) de las religiones en el mundo, son aún vitales para la preservación del orden en las sociedades y países, promoviendo un sentido de interacción, a personas que desprovistas de cualquier ápice de sentido común o valores, han empezado a fraguar una época de supremo egoísmo, de nulo entendimiento, incapaces de proponer, soñar o esforzarse, colmados hasta la médula de un negativismo insulto y absortos de un materialismo futil e insano.

Siendo así, espero proponer en un futuro salir de esta época de oscurantismo e indefendible libre albedrío que no evoca más que un anarquismo más semejante al nihilismo que ciertamente la vida persé posée y que sin embargo como humanos no debemos dejar que incurra, pues siempre será mucho más agradable buscar un sentido que jamás tenerlo...

Por Gunther Adolfo Hasselkus Sánchez