lunes, 27 de septiembre de 2010

El títere observador

El títere observador

Despiadada, la vida, un guión indomable, algunos somos presas de ser ese antihéroe cuyas maneras (para nosotros) sui generis, son efigie de crítica y desdoble de juicios morales de los otros.

Siempre... condenado a los silencios intranquilos, a ser personaje esencial cuyo leit motiv será siempre dirigirse solo, perder a su gente, y edificar bajo cada pérdida su fortaleza y su convicción por seguir adelante.

El trayecto de siempre, abatido bajo el sigilo de las risas ambientales, nunca cercanas, porfiado de percepción malsana, de observación pertinaz, como el que oculto mira con detenimiento lo que los observados por este jamás percatan...
Triste e iracundo sentimiento de impotencia, yo quien puede observar más, sólo puedo virar y percibir los hilos que están maniatándolos, a ellos, a mi, qué diferencia habrá al final sino ser el títere capaz de observar la tragedia del destino de otros, de todos, de mi mismo en el cronotopo de la vida donde todos bailamos al son de los hilos que nos arremeten..

domingo, 26 de septiembre de 2010

El gran papel de la religión...

El gran papel de la religión

Austera la población permanece, ávida de una moral incorruptible, de un convencimiento innato sobre valores universales preponderantes que conlleven sentido, responsabilidad y acuerdos entre los seres humanos.

Los términos “moral”, y “ética” han sido desplazados de su motivo sustancial a convertirse en un artilugio barato de educación o religiosidad cuando en realidad su esencia es preservar las relaciones humanas de manera cabal.

Cierto es que más allá de cualquier intención religiosa o no, el humano ha demostrado época tras época, generación tras generación que tiene por esencia principal ser un ente egoísta que irónicamente se encuentra enclavado en un mundo social, de relaciones y nexos interpersonales.

Arribando a esta conclusión, es lógico que Sartre haya concluído la célebre frase “El infierno son los otros”; cuando siempre y por siempre el humano comienza a generar conflicto justo al momento de la interacción con el otro y siendo esto innegable es oportuno puntualizar la necesidad de asimilar este hecho como una verdad y de ahí canalizar los remedios de una mejor interacción que permita hasta cierto punto y bajo limitaciones, la mayor parte de las libertades de todos los humanos, siendo utópico y dañino esperar la existencia de una libertad absoluta del ser humano en sociedad.

Teniendo en consideración dicha premisa, es entonces preponderante, lógico y sensato asimilar el papel inicialmente tomado por la religión para dictar normas, valores y en sí, una moral para edificar un patrón de pensamiento entre los seres humanos que afortunadamente aún prevalece en muchos casos pero que irremediablemente está condenado a regenerarse o morir, siendo en la actualidad una época de notable decadencia.

“Sodoma y gomorra”,una vez más, vientos de cambios sociales repercuten en un ataque pertinaz hacia instancias otrora generadoras de la moral mundial, cierto es que la evolución conllevará al cuestionamiento de éstos no por ser generadores de moral, sino por ser a la par, poderes fácticos que han sometido bajo yugo, mentiras e imprudencias al pueblo y sus gobernantes.

Y es que, la religión, o sus pertinentes instituciones materiales, dígase iglesias, han ostentado el poder tanto moral como el de su intención inicial, derivando que sus audiencias, incapaces de discernir entre su importancia moral y sus conceptos, preceptos o errores, la desliguen totalmente de sus vidas, olvidándose de rescatar valores fundamentales para regir sus vidas de manera coherente para el diálogo y entendimiento entre sus congéneres.

Discrepando a título personal de cualquier ferviente intento por convencerme de la existencia de un Dios y/o de venderme una idea supuestamente consagrada de verdad universal cuando detesto la doble moral de la mayoría de los agremiados a una religión; he de admitir que los valores (a partir de su extracción y enfoque más funcionalista) de las religiones en el mundo, son aún vitales para la preservación del orden en las sociedades y países, promoviendo un sentido de interacción, a personas que desprovistas de cualquier ápice de sentido común o valores, han empezado a fraguar una época de supremo egoísmo, de nulo entendimiento, incapaces de proponer, soñar o esforzarse, colmados hasta la médula de un negativismo insulto y absortos de un materialismo futil e insano.

Siendo así, espero proponer en un futuro salir de esta época de oscurantismo e indefendible libre albedrío que no evoca más que un anarquismo más semejante al nihilismo que ciertamente la vida persé posée y que sin embargo como humanos no debemos dejar que incurra, pues siempre será mucho más agradable buscar un sentido que jamás tenerlo...

Por Gunther Adolfo Hasselkus Sánchez

domingo, 12 de septiembre de 2010

Las eventualidades del verdadero amor

Las eventualidades del verdadero amor

¿Por qué cuestionarlo? Hoy simplemente quise analizarlo.

El verdadero amor es dificil de entender y a veces fácil de explicar.

El verdadero amor transgrede la esencia evolutiva, es un signo mágico de una insoluta devoción hacia otra persona, es sufragar las artimañas sexuales de la preservación de la especie y dirimir en ternura la fascinación por el mundo de quien amamos.

Es en esencia el compartir palmo a palmo los sueños de uno y otro, es exigir al indolente narcicista que todos llevamos dentro a proporcionar un espacio vital para ayudar, deleitar al otro y saborear por momentos la honestidad máxima de nuestro propio ser.

Sobran los besos, las caricias y los abrazos, se percibe en un gesto, en una mirada, en el resplandor de los ojos que vislumbran aventura donde el alma se refleja para acercarnos con una dulce sonrisa a la comprensión y admiración por el otro.

Qué fátuas son las historias románticas, que atroz es el simbolismo tradicional y culturalmente aceptado del amor, limita nuestras perspectivas y nos hace, en más de una ocasión sucumbir ante el placer efímero, al goce carnal., ambrosía natural que atenta en muchos casos con la dignificación del amor humano...

Por: Gunther Hasselkus

sábado, 4 de septiembre de 2010

Oculto en el sendero

Oculto en el sendero

Por: Gunther Hasselkus

Nótese la tragedia que emanaba de su boca, no me refiero a la halitosis beligerante que azotaba a todo aquél que se acercaba a él, sino al profuso sentimiento de impotencia que exhalaba cuando hablaba de un mundo decadente con el cual se topaba en cada esquina, en cada puerta, en cada mirada que le esgrimía...

No rebasaba los veinticinco años de edad y su intelecto ciertamente superaba el promedio de sus compañeros, sus motivaciones distintas al resto le hacían sucumbir ante las más banales circunstancias existenciales, como por ejemplo el amor...

No seguiré escribiendo en tercera persona estimado lector puesto que ahora deducen que es mi caso, el caso de un joven que porfiado de talento, ha decidido derrocharlo en una usanza llevada al fracaso...

Desistí hace poco, pero reincidí en el acto, sometí mis inquietudes intelectuales por adentrarme a ese terreno pedregoso el cual alguna vez caminé, justo ahora me encuentro encarcelado, ahí en una jaula a kilómetros de la entrada de ese nefasto sendero que me engañó de nuevo, que me otorgó un dulce vestigio de cariño y que me ha enclaustrado por un buen tiempo...

Les relataré que donde me encuentro, las paredes son inimaginablemente altas, las emociones un vaivén de sentimientos encontrados y el corazón late arrítmico entre la nostalgia y la esperanza... Aún recuerdo cuando transité el sendero junto con ella, parecía que al fin me acercaría a la libertad, un camino lejano del razocinio y cercano a la añoranza, (debi haber recordado el camino cuando pude hacerlo...)

Cuando parecía que el horizonte se difuminaba bajo el halo de la alegría, el cielo se tornó nauseabundo, las nubes colmaron la vista con su insulsa presencia arremetiendo al destino y dando pauta a su desdén. Ahí, nuevamente viré para encontrarla pero ella se había ido y me encontré solo.

La soledad no fue factor, acostumbrado a los silencios intranquilos mi mente no mostró más indolencia que la sorpresa... Justo ahí es cuando comienza y termina mi relato, y es que más allá de la soledad, es el sentimiento de inmundicia que la decepción otorga, el disgusto ante el destino, la contundencia de saberse desprovisto de herramientas para salir avante y lejos, demasiado lejos para pedir en un grito ayuda para ser encontrado...

A veces cuestiono si valdrá la pena siquiera salir, pues allá, afuera, probablemente exista otro espejismo que me tome de la mano y recalcitrante me abandone en el ocaso, en la penumbra.

Nótese la tragedia que emana de mi boca, no me refiero a la halitosis beligerante que azotó a todo aquél que se alguna vez se acercó a mi, sino al profuso sentimiento de impotencia que exhalé cuando hablé de un mundo decadente con el cual me topé en cada esquina, en cada puerta, en cada mirada que recuerdo me esgrimíó...