jueves, 15 de julio de 2010

"Hacia el pasado y más allá..."

"Hacia el pasado y más allá..."

Deposité los lentes en la urna, despedí al amable acomodador y partí de la moderna sala del cine casi catatónico. “Era tiempo ya, muchos me habían recomendado la película....” pensé mientras descendía lánguidamente por las escaleras hasta toparme auditivamente con la letanía del Yak y postrar mi persona en el elevador contiguo.

Medité que acababa de suceder, había visto una película que mi orgullo buscaba dilapidar fiel a mi estilo, en una simple y sencilla vagancia de nuestras edades, un película tornada artilugio de mercadotecnia que sin prescindir de dicha etiqueta, hoy me había proporcionado algo más que la usanza de presenciarla...

Fuera del elevador es cuando derramé la primera lágrima, era de esperarse... la película no había sido mero desencanto sino una formidable remembranza de exquisita sensibilidad que logró penetrar en mis recuerdos como un obús que carcome dentritas y arroja sinapsis desde la corteza cerebral.

Mi reacción ante la película fue instantánea, los recuerdos sobrevolaron mi quisquillosa y estesada mentalidad para porfiarme junto con una baguette y una malteada de un momento sinceramente inolvidable.

Honestamente no recordaba ni el nombre de los personajes, ni la secuencia mucho menos cuándo fue la última vez que los vi en escena, simplemente un abrumador recuerdo distrajo la atención, me sumergieron en un reducto de memorias, llevándome irremediablemente al pasado donde vislumbré más de un payaso, robot o hasta dinosaurio que habían sido objeto de entrañables escaramuzas, de infatigables héroes y de irreconocible frescura infantil.

Hoy, el destino me propuso una cita con la soledad en una sala de cine y vaya que lo agradezco, analicé un filme de maravillosa sencillez consagrada con una fastuosa complejidad que derrite cualquier crítica.

Será porque de pronto vi pasar el inexorable tiempo frente a mi, quizá porque viví por dos años en el limbo del extranjero o porque mi vida es totalmente distinta a cuando presencié la primera etapa de la saga... No sé cuál habrá sido la razón, sin embargo en mí, los hitos del recuerdo reclamaron un lugar y demostraron una vez más que jamás hay que olvidar los valores y la generación de donde se proviene para poderse entender a uno mismo.

Toy Story 3 es el reflejo de ello, de muchos de nosotros que hemos alcanzado la mayoría de edad y que vislumbramos los fehacientes cambios de la época, que hemos arremetido contra nuestra infancia olvidándola en un rincón o sentenciándola a las fotografías de un álbum empolvado que muy de vez en cuando damos utilidad...

Aún me veo caminando apaciblemente hacia Plaza Universidad para cambiar un juguete que no me pareció suficientemente bueno en la Navidad del 94 y sorprendido quedo de saber que es el mismo trayecto que hoy, bajo una sumisa luna me lleva de regreso a casa, mientras en mi mente se proyectan vívidas imágenes del ayer...

Y es que esta vez preciso describir lo que he sentido, mucho más que vanagloriar la muestra de genialidad que los pasajes, líneas y personajes de Toy Story arrojan; hoy quiero disfrutar la empatía con Andy, los valores de Woody y la interminable justicia que impera en sus escenas, la nostalgia de una generación que ha crecido con baluartes distintos, a través de la televisión y el cine.

No sé si todos, pero podría apostar que demasiados pueden retribuirle a la película, de algún recuerdo venido a la mente después del filme. No sé si demasiados, pero si bastantes habrán regresado a esencia, a viejos amigos de los cuales desconocen su paradero. No sé si bastantes pero sí los suficientes, habrán reconocido y hasta buscado algún juguete en los confines de su hogar, anhelando observarlo con detenimiento y a través de sus múltiples rasguños, reconocer aventuras del pretérito que formaron y transformaron nuestra realidad...

Hoy al ver la película quedé en silencio, una vorágine de emociones me devoraron, desde la alegría a la diversión y de la tristeza al llanto, quizá exagere, quizá sea hipersensible ante las vaguedades del tiempo, sin embargo la intención de la película es tan sutil que a más de uno nos habrá humedecido los ojos...

“Si mi hermano estuviera aquí pensé para mis adentros”, él reiría como yo hago ahora, derramaría alguna lágrima también al equiparar momentos compartidos y meditaría como hago yo en estos momentos sobre el pasado por un instante; viendo como esta vida es de un irremediable vaivén donde no sólo se cambian juguetes por automóviles o teléfonos celulares, sino inclusive en ocasiones,familiares por nuevas amistades...

“El recuerdo es el único paraíso del cual no podemos ser expulsados...”

Jean Paul

Escrito por Gunther Hasselkus, Julio de 2010