martes, 17 de noviembre de 2009

Los Engaños de la Mirada (Retrato del IMSS)

Los engaños de la mirada, un retrato del IMSS

En un rincón de un conglomerada sala de espera, analizo a mí alrededor los diferentes infortunios de quien en mi misma situación carece de paciencia y la transforma en una elucubración de imágenes y horas; una insatisfacción por desconocer el estado del ser querido.
Enfermeras burócratas, gélidas y poco amables deambulan el lugar mientras un “cadenero” nos restringe la entrada para ver quizá el desenlace de nuestro paciente. Con soberbia desenfunda una desafiante mirada que rehúye al corazón y detiene la esperanza...
Con un gesto nauseabundo, flemático y turbio, nos leen las reglas del nosocomio tornándose la entonación monótona y robotizada pues es inconcebible la argumentación dada: “ Sólo en emergencias o en observación ningún familiar puede acompañar al paciente y sólo en muy variadas y dispersas horas se puede entrar a preguntar sobre el estado real del paciente.”
Realmente resulta sobrehumano conseguir información oportuna y veraz, pues los pocos doctores escapan a la vista y con una rotación incalculable de médicos no existe un seguimiento sólido, palpable y sostenible sobre el enfermo.
Todo se remite a una confusión lacerante hasta entrada la medianoche, pues el último médico no tiene ni la más mínima noción de los estudios del paciente que se le ha encomendado...

El lugar es pequeño, quizá demasiado para un sólo día donde las emergencias inundan las calles del país por un caótico devenir social: Asaltos, robos y secuestros pululan por doquier sin agregar la poca educación referente a la salud, la desnutrición y los múltiples padecimientos de salud pública que son prueba fehaciente de nuestras patologías psico-sociales.
Por ahora yazco frustrado en una esquina esperando noticias, el lugar es indiferente a la tristeza de todo aquel que aguarda con ansías de milagros, resultados y desenlaces.
A mi alrededor aparece una imagen común, la gente pernocta en el suelo estorbando a los demás, infantes deambulan sin control parental, susurros y pláticas critican el dichoso “sistema burocrático”; asiduo tema político en momentos como éstos ya que finalmente alimenta los suplicios de los que lloran, los que con justificada impotencia desatinan con pronunciada altivez su desencanto por el sistema que supuestamente atiende a su ser querido...
Por ahora también analizo a los que planean meticulosamente la noche, surgiendo irremediablemente preguntas como: ¿Quién se quedará toda la noche? O bien ¿Quién me suplantará más tarde?
El aroma de un café circunda el lugar tratando de mantener vívidos los reflejos, el corazón y su razón por otro par de horas.
Ahora me levanto con un nerviosismo exacerbado, camino a la salida para recibir un soplo de oxígeno, justo ahí donde yacen otros familiares que como yo, han decidido huir del calor humano, de la melancolía y su incalculable presencia.

Mientras tanto, otros ya atisban con semejante gula los tacos de “Don Zarco”, justo ahí donde salubridad jamás ha hecho acto de presencia y donde se devora con infinita devoción el inicio de una precaria alimentación. Más allá en la acera, una funeraria aguarda pertinazmente a sus clientes, muchos que por ahora esperan en el hospital contiguo.

Adelante, una ambulancia no puede entregar al paciente, un coche sin conductor bloquea la entrada y los minutos transcurren, minutos de vida para quien en la ambulancia parece oscilar entre el inframundo y el nosocomio...
Ya se ha perdido un tiempo valioso por aquella recalcitrante necedad, por la falta de organización, la insípida educación y la infame autoridad quien no afronta su labor con aplomo y convicción...

Regreso y después de unas cuantas llamadas ha llegado mi reemplazo..
Me mantiene despierto la incertidumbre e inmediatamente después de la salida del paciente, esperar por la ambulancia es otro desencanto: ¿Dónde queda la inversión, la calidad, prontitud y profesionalismo?
A mi paciente ya lo tengo en casa, relatándome historias de pesadilla que confirmo bajo una receta con temible caligrafía. Una receta ininteligible, escrita con una ortografía de primaria y una desigualdad de líneas que imposibilita su lectura, su comprensión y tratamiento...

¿Quién o quiénes mantienen tanta negligencia y mediocridad? Y aún peor ¿Por qué nadie ha de quejarse activamente y no exclusivamente en lo privado?

Todo es en definitiva, una disuasión para todos creada por todos. Es primordial enfatizar que no sólo es la infraestructura la que yace deficiente, sino la actitud de quien labora y de quien lo mantiene.
Los pocos galenos talentosos se resignan ante la carencia del sistema, trabajando en un lugar sin la profilaxis adecuada, donde el potencial jamás combate la poca voluntad hacia el cambio.
Sólo entonces sabremos que la carencia educativa no sólo se ve reflejada en nuestro paupérrimo nível matemático mundial, sino que permea en la deplorable salud pública, imposibibiltando un crecimiento sostenible, idóneo e incluyente.

Mientras tanto seguiremos siendo víctimas de lo engaños de la mirada y el triste silencio de nuestras almas...

Gunther Adolfo Hasselkus Sánchez